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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Fechas. Números. Días. Gilipolleces.

-Anoche la Lola me tenía preparada una cena cuando llegué a casa. -¿Una cena? ¿Qué tripa se le ha roto? -Ni ella misma lo sabe. Me habló de fechas. ¡Qué fechas ni qué diablos!- Se tocaba la cabeza mientras abocaba el vaso para que el ron sorteara los cubitos de hielo y así llegara a su boca. -¡Ja! Fechas. Las mujeres son raras, no le des más vueltas.- Hizo una pausa para pedir otra ronda de copas -Bueno, ¿y qué tenías que celebrar? -Dijo que era nuestro aniversario. -¿Aniversario? Juraría que te casaste en febrero. -¡Cabrón no se te debe olvidar en la vida! No dejaste una mujer con las bragas puestas... -¡Pocas quedaron! Es cierto. La Lola y vuestras madres por respeto- Simón hizo una breve pausa para recordar esos placenteros momentos mientras soltaba alguna que otra risa picara. -Quizá sea otro tipo de aniversario- se escuchó desde la esquina de la barra. -¡Sí! ¡Quizá sea el primer día que me la follé! ¡Ja! ¡Ja! -Puede ser una simple caricia. -Llevas razón, Ernesto, las mujeres son

Luces de media luna

Las noches no son más cortas por dormirte a las cinco de la mañana. Las noches no son más cálidas por tener pesadas mantas sobre tu cuerpo. Las noches no son menos noches por pensar que brilla el sol. Las noches son noches: de enamorados, de nostálgicos, de juerguistas, de borrachos. Son el momento en el que te desmaquillas y aparecen las ojeras, las arrugas... y no sirve de nada sentirte que pisas la alfombra roja, porque llevas puesto un pijama de estrellas. Las noches son noches y desnuda miras qué eres realmente. Recuerdo cuando miraba a Brad mientras dormía y acariciaba su pelo. Recuerdo cuando gemía con Jason y su manera de hacerme temblar. Recuerdo cuando lloraba porque Michael no contestaba mis mensajes. Recuerdo cuando Peter me llamaba mientras estaba con otra. No he sido más feliz por tener decenas de hombres en mi cama. Siempre pensaba en el mismo: ése que no me hacía caso, ése que no me merecía, ése que jugaba conmigo como con una marioneta, ése que me hacía sentir como un

El rincón de los elefantes muertos

Grandes, pesados, torpes, sordos. El rincón de los elefantes muertos se llena de cadáveres nauseabundos como mi cabeza apila toneladas de ideas inertes. Pesadas torres de preguntas sin responder ni realizar; insoltenibles lágrimas que penden de las pestañas sin saber si caer o quedar colgadas; segundos interminables que separan varios días y mañanas dormitadas en busca de príncipes azules y cuentos de hadas. El rincón de los elefantes muertos sostiene el paradigma de la vida: unos nacen y crecen y otros les dejan su sitio. Hace unos días pensé que tengo ganas de enamorarme; bueno tengo ganas de que me enamoren. De llegar a casa con la cabeza llena de pájaros y el estómago encogido como un acordeón. De perder horas delante de una foto o tardes pasando frío en un parque. De que me respiren en la nuca o sentir el calor de otro cuerpo desnudo. Pero como los elefantes muertos, se sostiene el paradigma de la vida: uno no se enamora cuando lo quiere ni le enamoran cuando lo necesita. Tengo ta