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Mostrando entradas de 2010

Testigos de enamorados y amantes

Un poco más, y a lo mejor nos comprendemos luego. Busqué en el fondo de mis bolsillos cuatro monedas que lanzar en la gorrilla de aquel entrañable señor. Quizá no había tenido suerte en la vida, o teniéndola, no la había sabido aprovechar. Quizá era un enamorado de la vida que había dejado mujeres e hijos por cada puerto del mundo. Quizá ahogaba entre anises la mala suerte de enamorarse de una dama de la luna. Quizá su guitarra era la única compañera que le quedaba y la manera de ganarse la vida. Quizá, quizá. Siempre es quizá. Era un asiduo de la estación. Llegaba antes que yo y se iba cuando la noche había caído y los trenes eran testigos de enamorados y amantes. Se sentaba en la esquina de la cafetería. Justo en el límite de lo permitido por unos y otros. Sacaba su púa del bolsillo y la rasgaba entre susurros contra las cuerdas. Yo llegué a la estación, como cada viernes, cuarenta minutos antes de que saliera mi tren. Me quedaba viendo el panel con las horas y las vías y planeaba

Asuntos pendientes

Metí en la bandeja de asuntos pendientes un papel cuadriculado con tu nombre en minúsculas. Posiblemente lo escribiría cualquier día que repasando mis fotos encontré una tuya, cuando intenté recordar tu número de teléfono y me lo supe a la perfección, cuando miré desde mi cama la cómoda y ví tu pluma negra sobre el fondo blanco, cuando me dije que no había un recuerdo que no llevara tu nombre. Los cajones de asuntos pendientes... Dichosos cajones de asuntos pendientes Una llamada de teléfono. Una visita demasiado planeada. Un café que nunca llega. Un mensaje que dejas sin escribir. Una cena aplazada. Una reunión a la que no acudes. Un regalo de cumpleaños que dejas sin comprar. Un te quiero que no pronuncias. Unos amigos con los que no quedas. Una cuenta de banco que no actualizas. Un motivo que no buscas. Un trabajo que no sabes si aceptar. Un momento que no recuerdas. Una actualización de blog que está dos días en borradores. Un quizá que es un nunca . Un cuando que no es un

Si me dices ven, hago la maleta y voy contigo

Llovía demasiado o no suficiente, una nunca sabe cuando la lluvia cae para bien o para mal. Miré el reloj y como siempre llegaba tarde. Pisé un charco que me dejó los botines llenos de barro. Nada podía ir peor. O sí y que no hubiera acudido. O que se hubiera arrepentido de la llamada. O que no tuviera nada que contarme y sólo fuera yo quien hablara por los dos. Las gotitas de agua de la cristalera dejaba ver a quien quería dentro del bar. Estaba sentado en la misma mesa de aquel entonces. En la misma postura. Con el mismo perfume que se percibía desde la puerta y aquel que me recordaba a las sábanas de su cama. Dudé si entrar o quedarme fuera. Rápidamente repasé mis ya sucios zapatos, mi camisa, la raya de los ojos y que el pelo pareciera tan desmarañado como si no le hubiera prestado atención. Todo tenía que ser un casual y fortuito acierto. Llevaría su camisa preferida. El collar que él me regalo. La colonia con la que rociaba su almohada antes de irme. Respiré hondo. Puse una

Un gran amor

Ha sido sofocante el día de hoy; tanto en temperaturas, como en la intensidad de cada momento. Paré delante del portal de mi casa. Sequé el sudor de mi frente con una mano empapada. Abrí el bolso. Dejé caer las compras de papel sobre el asfixiante suelo. Empecé a escarbar por los bolsillos de mi pequeño Dior buscando las llaves de mi estudio. Abrí la puerta. Se empezaba a respirar un aire tranquilo, un aire familiar, un aire seguro. Llamé al ascensor mientras apilaba facturas en mis manos. Olvidé cerrar el buzón. No me preocupaba demasiado. Apreté con desgana la A del ascensor. A de a turdida, de a mante, de a stura, de a tenta...; a  de á tico. Al cerrar la puerta noté como se desplomaba la presión de ser quien no era, a la vez que el bolso en el suelo. Me descalcé. Mis pies doloridos encontraban alivio sobre el frío mármol. Desabotoné mi camisa pausadamente, sensualmente y la dejé caer por mis brazos mientras buscaba la mirada ardiente del hombre que no existía. Descorché mi pa

Noches de verano; verano sin noches

Las noches de verano son noches porque deja de brillar el sol, porque se puede respirar en la calle, porque el asfalto no escupe calor ni trozos de alquitrán mojado, porque la gente se anima a salir a la calle sin el temor de olas de calor o tsunamis de altas temperaturas. Las noches de verano son esas margníficas horas en las que en tu cama, en silencio, dejas la ventana abierta, escuchas el ruido del silencio y sólo con el resplandor del ordenador puedes ver como se hace de día. Las noches de verano se viven despierta igual que los días se viven dormidos. Hoy empiezan mis noches de verano. En el seco suelo de mi cuarto. En la soledad de buscar amparo en una pantalla inclinada de ordenador. En la necesidad de llegar a las seis de la mañana con historias adolescentes o frívolas de auténticos líderes de masas. En la transparencia de un libro. En la lectura somnolienta de cualquier párrafo guardado. En los pensamientos de historias a medias. En los sueños de cosas imposibles. En las fa

El llanto de una batería

Un escenario vacío. Las luces empezando a desprender calor. El brillo chispeante de los focos. El deslumbramiento de no ver el fondo de la sala. Una cerveza medio vacía a mi derecha. El compás de las canciones en mi cabeza. El ritmo de mi corazón cada vez más y más frenético. Un pie de micro medio tumbado. El backstage vacío. En mi reloj tres horas para empezar el concierto. La música nunca deja de sonar. Esté triste, esté contenta. No puede decidir cuando cambian los ritmos, los tiempos, cuando habla o grita de enfado. La música suena porque tiene que sonar, es su misión; y yo la interpreto porque es la mía, porque es lo único que sé hacer. Sólo faltaban tres horas para ese concierto y sabía que todas las canciones sonarían bajo el mismo patrón, bajo el mismo ritmo, bajo las mismas baquetas. Bajo el llanto de la batería. Bajo el sonido desgarrador de una huérfana de dueño. Bajo la mirada inquisidora de un grupo que sabe que no hay sustituto para empezar y terminar sus canciones. Bajo

No ciega el sol

No ciega el sol si lo miras directamente; tampoco ciegan las estrellas, ni las lunas, ni las promesas ni las fantasías. No ciega una ilusión ni un sentido; ni siquiera las frases pronunciadas o las no dichas pero interpretadas. Nosotros somos nuestros más ciegos instructores; los que llenamos páginas en blanco, los que interpretamos boleros, los que leemos entre líneas inexistentes y no lo hacemos con párrafos enteros. Los que tragamos lágrimas y dejamos escaparlas. Parezco un anuncio de Coca-Cola , señor. El mayor problema es ser incorformista, o soñador. O ser simplemente lo que eres sin ponerle etiquetas ni sonrisas. Yo soy y no soy. Y tampoco sé escribirlo mejor, ni peor; ni llorar ni reir. Y quizá hablo cuando me alientan dos mahous pervertivas y sedientas de morbo; y quizá no soy capaz de calmarlas. Y cojo el móvil. Y lo dejo. Y escribo un mensaje y lo borro, o hago lo propio con una nota que nunca llego a dejar sobre el sofá y cerrar la puerta. Quizá sea un problema de algo o de

No hagáis lo que yo hago; siempre, hacedlo mejor

Poco queda de esa niña de diecinueve años. Poco o nada. O simplemente la inmadurez propia de la edad que se tiene en ese momento; la que tenía con diecinueve y la que rozo ahora con la treintena. ¿Nunca has sentido que se ha equivocado el tiempo? Yo sí, infinidad de veces. Se equivoca el tiempo. Se equivocan los minutos, los segundos, las vivencias, las personas. Yo también me equivoco; yo me equivoco la que más. Y pienso que debería estar viviendo las oportunidades de los diecinueve. Y creo que sería en este momento cuando actuaría como debo, como toca, sin ñoñerías ni caprichos. Y no me equivocaría como antaño. Y apelaría a mi inmadurez para preguntar porqués que todavía no entiendo. Y entendería más de mí de lo que ahora lo hago. ¡Qué caprichoso es el segundero cuando gira a la izquierda en vez de a la derecha! Es complicado no entender el presente pero sí otras conjugaciones verbales. Es difícil explicar qué se tiene en la cabeza cuando lo único que ves son frases sueltas e inconex

Permanente y efímero. Más de 365 días

Todo es permanente; y efímero. 365 días no son más que un puñado de números, de semanas, de momentos y de recuerdos. No son más que un comienzo y fin permanente. No son más que recordar recuerdos y olvidar olvidos. Despertarte mirando tejados. ¡Qué gozada poder ver las antenas, las tejas, el cielo desde la cama! Desde mi ventana sólo encuentro suelo, más suelo y paredes levantándose muy por encima de mi. Todo es diferente desde aquí debajo; todo es diferente desde allí arriba. Y vivir ordenado en el desorden. Y aprender dónde se guardan los cubiertos o qué encontrarás si abres el primer cajón de la mesita. Saber dónde se deja la pasta de dientes o abrir el armario para encontrar un ibuprofeno sin tener que pedirlo. Todo es efímero; pero sin la angustia por agotar los segundos, no disfrutaríamos las emociones intensas de un momento irrepetible. Todo es permanente; porque nada ni nadie puede borrar los recuerdos. Porque por muchos 365 días que vengan, yo siempre tendré un 29 de marzo.

¡Seámos lisensiados!

El año pasado, en una asignatura de Comunicación Audiovisual que no recuerdo el nombre, pero que todavía me pregunto los criterios de evaluación del profesor, su "colegueo" injustificado o su desproporcionalidad a la hora de mandar trabajos y evaluarlos luego; creo aprendí algo maravilloso para la comunicación: criticar. Y ser crítico es cojonudo, ¿se puede decir cojonudo? Lo sé. Pero lo nuestro es criticar, quizá por el mero hecho de hacerlo sin preguntarse nada más. Digamos que despues de numerosos comentarios de texto aprendí que prácticamente se puede estar en contra de todo: - ¿Que te gusta? ¡Piénsalo dos veces, maldito conformista! - ¿Que es el hombre/mujer de tu vida? ¡No seas bobo/boba, se terminará acostando con tu mejor amigo (o amiga, como miembros y miembras)? - ¿Que estás contento con tu trabajo? ¡Ja... nunca serás más que un curreta que madruga todos los días! Y fijaros por donde, esta noche se ha vuelto a apoderar de mi la criatura que escribía por mi nombre el

De cubitos anda el juego

No sé que es más importante, si la primera página de un pequeño libro de bolsillo o la última de una trágica y exitosa saga de novela negra. No sé que prefiero, si los primeros acordes de una canción o la aguja rozando un vinilo mientras cambia de pista. De hecho no sé si soy de vinilos o trágicas y exitosas sagas de novela negra. Dos meses sin meter una puta entrada en este blog. Dos meses sin abrir la dichosa página de internet que un día pensé que sería un apéndice de mi. ¿Hay alguien más inconstante que yo? Supongo que sí, no voy a ser la única persona que deja proyectos a medio o abandona otros sin empezarlos. Aún así, señores, señoras, yo no pienso abandonar esto, simplemente atravieso una espeluznante crisis creativa . No sé por donde empezar. No sé si tengo que empezar por algún sitio. Quería dedicar entradas pendientes, pero hoy no tengo el día. Y lo he tenido buenísimo, o lo he tenido simplemente. No puedo decir que sea malo. Dicen que el mejor momento para escribir es con el

Una de tantas

Estaba en la estación de autobuses. Tenía que recargar el viejo bonobús que sólo salía de la cartera cuando no tenía dinero suficiente para llenar el depósito de gasolina. Delante de mí, una cualquiera como yo. Detrás, otra. El ambiente estaba crispado. El aire se respiraba denso y mojado. Lo más razonable, el silencio y esquivar polémicas. Lo inevitable, imaginar historias con las medias conversaciones. Metí la mano en el bolsillo. Saqué algún papel arrugado y la miseria que quedaba en el. Miré al frente, perdí el sentido, entré en otro espectro, en otro aura, en otra dimensión... Muchas veces no se encuentra el momento en el que coger el papel mojado y la pluma seca. Muchas veces no se sabe cuando es bueno decir las cosas o ahogarlas en el interior hasta que estallen en mil pedazos. Muchas veces son muchas veces. Y sufres un dolor parecido al que se debe sentir cuando pendes de un hilo de vida. Y respiras profundo aunque no consigas que el aire llegue a los pulmones. Y sientes ira, r

Raíces

Creo que será de las actualizaciones más cortas que haga, y la más corta de las pocas que llevo. Ya hablaré de la navidad, de mis pensamientos, de pequeños trozos de historias, o de textos prometidos sobre manuales o cómo entender a los hombres; pero hoy es esto más importante. www.fotolog.com/fiuwy La actualización de hoy está en esa página, otra parte de mí en el mundo de las actualizaciones y que ya ha cumplido tres años. Es algo especial. Seguiré actualizando este blog porque ya es parte de mí, pero hoy necesitaba que las palabras estuvieran en donde había sido mi casa hasta que apareció este blog, fotolog. Gracias honey , ha sido por ti