Una de tantas
Estaba en la estación de autobuses. Tenía que recargar el viejo bonobús que sólo salía de la cartera cuando no tenía dinero suficiente para llenar el depósito de gasolina. Delante de mí, una cualquiera como yo. Detrás, otra. El ambiente estaba crispado. El aire se respiraba denso y mojado. Lo más razonable, el silencio y esquivar polémicas. Lo inevitable, imaginar historias con las medias conversaciones. Metí la mano en el bolsillo. Saqué algún papel arrugado y la miseria que quedaba en el. Miré al frente, perdí el sentido, entré en otro espectro, en otro aura, en otra dimensión... Muchas veces no se encuentra el momento en el que coger el papel mojado y la pluma seca. Muchas veces no se sabe cuando es bueno decir las cosas o ahogarlas en el interior hasta que estallen en mil pedazos. Muchas veces son muchas veces. Y sufres un dolor parecido al que se debe sentir cuando pendes de un hilo de vida. Y respiras profundo aunque no consigas que el aire llegue a los pulmones. Y sientes ira, r