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A la sombra de los cipreses

Morirse debe ser una putada. Como vivir en algunos casos. Imagino. Pero sobre todo, morir requiere un ejercicio de valentía y humildad que se escapa a mis entendederas. Iba a presentarme, decir quién soy, pero eso es lo de menos. Es jodido hablar de la muerte, ¿verdad? Quizá es jodido hasta pensar en la muerte. Pero irremediablemente te cruzas con ella en muchos momentos. La miras. Te mira. Y quién sabe quien elige. Yo. Tú. Ella. Uno de los sitios en los que es más común verla es por los pasillos de los hospitales. Seguro que alguien pensó en un cementerio o un tanatorio. Claro. También. Pero en los hospitales va, como por su casa, con una gran sonrisa pintada de rojo y tacones de aguja. (Siempre pienso en la figura de una mujer espectacular cuando tengo que intentar ponerle cuerpo y forma a esa ‘cosa’ desagradable que a todos nos toca en algún momento simplemente por el hecho de estar vivos). Allí, en los hospitales, se regocija en algunas plantas, en algunas habitaciones y

Otro camino

Me gustaba desnudarme sabiendo que estabas al otro lado de la puerta. Me gustaba pensar que tú deseabas, igual que yo, cruzarla y abrazarme. Me gustaba sentir el roce de tu vientre con el mio. Me gustaba mirarte a los ojos y saber que ardían por mi. Sonó a despedida. No había dudas. Bajé las escaleras de casa nerviosa y me metí en el taxi. No acerté a decir la dirección exacta, pero él sabía dónde iba. Durante algunos años hacía los mismos trayectos cada domingo. A tu casa. Tres horas después, a la mía. Y el taxista siempre terminaba diciéndome que un día lloraría tanto que dejaría de tener lágrimas. Yo pagaba, siempre siete con cuarenta, y subía a casa mientras bajaba mi falda, colocaba mi camisa o abrochaba el pantalón de cuero negro. Me temblaban las rodillas. Respiré hondo, pagué y cerré la puerta amarilla y negra. Las calles de Barcelona eran más bonitas cuando recorrían el camino hacia tu casa. El taxi aceleró y yo levanté la cabeza para mirar tu ventana. Las cortinas, m

"De mayor quiero ser como vosotras"

No todo es sexo. No todo es hablar de sexo. No todo tiene que ver con dejar resbalar ropas por los hombros y recogerlas del suelo tras probar la dulzura de otro cuerpo. A veces, en algunos momentos, existen otras cosas, y otras personas y sentimientos que no tienen que ver con palpitaciones ni convulsiones, sino con esa extraña sensación que va más allá del placer carnal, del placer temporal; del placer. Subió las escaleras tímida. No era más que una tímida chiquilla que no sabía que tenía que meter en su nueva bandolera de marca, ni como tratar con personas que ni le miraban a la cara. Salía, como quien sale todos los días, con la sensación de que el mundo era grande, y pequeño, y sobre todo desconocido y extraño. Quizá cualquier estímulo hubiera sido suficiente, pero no fue esa respuesta aleatoria. Y llegó un día. Y detrás el otro. Y el siguiente. Y tras uno y otro llegó un momento en el que no se marcó un final, y lo pasos que se dieron se continuaron y continúan. Y nu

Sexo, amor y otras drogas de diseño

"Noventa. Sí. Algo normal. No quiero impresionar demasiado. Creo que no. ¿Seguro? Quizá llevas razón. Sí. No puedo evitarlo. Quizá. No lo sabe. Mañana. Espero. Espero que sí. Claro. Hablamos. Te quiero." Colgué el teléfono móvil mientras que el ruido y la vibración de mis pies me advertía de que mi metro estaba a punto de llegar. Como siempre, llegaba tarde. Cinco minutos después de la hora marcada en los paneles y, como siempre, yo tendría que correr al bajarme de ese lento medio de transporte y así no llegar demasiado tarde al trabajo. Pero no barajaba, ni por un sólo momento, coger el que pasaba unos diez minutos antes. El mio era ese, el de las 15.05 de la tarde. El que tenía los asientos amarillos. El que era más rancio. En el que la luz era más tenue. Era el mio. No había dudas. Hoy había más gente de la habitual. Era viernes. Muchos estudiantes utilizaban mi línea para ir a la estación del tren. Yo no trabajaba demasiado lejos de ese amasijo de hierros, recuer