El maldito segundero del tiempo
Llovía como siempre llueve en estos meses del año. Esas gotitas que dan un aspecto romántico a las calles, esas luces chispeantes y brillosas, esas baldosas mojadas, esos caminos interminables. Las primeras chimeneas que empiezan a ahumar los cielos. Esas persianas bajadas a las ocho de la tarde y esas cenas rápidas y ligeras para irse a la cama, no con el estómago vacío. Esas llamadas de cariño mientras te recoges entre las sábanas y las otras de socorro, cuando el cariño no es suficiente para llegar al siguiente día. Esas y otras músicas que marcan la llegada del invierno. Esas y otras sensaciones cuando por alguna razón, recuerdas como eran otros inviernos. Siempre terminaba haciendo la misma llamada, porque siempre sabía que me iba a contestar al otro lado del teléfono. Y siempre sabía que si buscaba dónde acurrucarse, encontraría unos brazos deseosos en los míos. Quizá, por terquedad, habíamos conseguido ser los perfectos amantes. Lejos quedaron las torpezas del comienzo, el a...