Un gran amor

Ha sido sofocante el día de hoy; tanto en temperaturas, como en la intensidad de cada momento.


Paré delante del portal de mi casa. Sequé el sudor de mi frente con una mano empapada. Abrí el bolso. Dejé caer las compras de papel sobre el asfixiante suelo. Empecé a escarbar por los bolsillos de mi pequeño Dior buscando las llaves de mi estudio. Abrí la puerta. Se empezaba a respirar un aire tranquilo, un aire familiar, un aire seguro. Llamé al ascensor mientras apilaba facturas en mis manos. Olvidé cerrar el buzón. No me preocupaba demasiado. Apreté con desgana la A del ascensor. A de aturdida, de amante, de astura, de atenta...; a de ático.

Al cerrar la puerta noté como se desplomaba la presión de ser quien no era, a la vez que el bolso en el suelo. Me descalcé. Mis pies doloridos encontraban alivio sobre el frío mármol. Desabotoné mi camisa pausadamente, sensualmente y la dejé caer por mis brazos mientras buscaba la mirada ardiente del hombre que no existía. Descorché mi pantalón. Rescaté una cerveza del frigorífico. La abrí. Miré el sofá de cuero. Liberé mis piernas de la encorsetada moda vaquera con la misma rapidez que localicé el viejo cuaderno nacarado. Ese día llevaba la lencería a juego, aunque eso no ocurría siempre; escueta, discreta, sencilla, cómoda y suave. Encendí un pitillo que encontré encima de la mesa. Respiré y acarié las tapas de la libreta como si lo estuvieran haciendo con mi cuerpo.

- El viejo bloc nacarado de los hombres de mi vida.

No era una base de datos sólo estaban los importantes; aunque es cierto que bien podrían haberse ordenado por ciudades, años de nacimiento o apellidos. Había tenido decenas de amantes (siempre fui joven, guapa y deseada) y mucha suerte con el amor. Cada página contenía uno de ellos: esos que provocan bocanadas de felicidad, mariposas en el estómago, sonrisas interminables y palabras de pasión. Y leyendo cada hoja descubrí que seguía prendada de ellos: de sus ojos, de sus palabras, de sus caricias, de sus manos, del romanticismo de sus cuerpos. Y pasando cada página recordé que había mantenido vivo el espíritu de los momentos que pasamos juntos. Y me confesé que los abrazaría como si fuera lo último que pudiera hacer en este mundo.

Qué caprichosa es la vida. Lloraba en un sofá desnuda mientras me lamentaba por haber dejado atrás a cada uno de esos hombres. Y sabía que sería feliz con todos ellos, porque ellos ya me habían hecho ser feliz antes.

Y descubrí que estaba enamorada del amor. Y acaricié cada foto y cada palabra. Y cerré esas hojas y las apreté fuerte contra mi pecho. Y caí dormida en el recuerdo.





Gracias por leerme.
A veces juntando palabras salen textos que, aunque alejados de la realidad como este, consiguen darle forma a pensamientos que no tienen nada que ver con lo que realmente se está escribiendo. Todo es mucho más fácil que intentar explicar este "Un gran amor": un relato soporífero de los míos; uno más.

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